El escritor bogotano habla de su proceso creativo, de lo exigente que es con sus editores y de las mujeres, las protagonistas de todos sus libros.
¿Por qué en la mayoría de sus libros las protagonistas han sido mujeres?
No era consciente de eso hasta que hace unos días un crítico me lo hizo notar. Supongo que detrás hay un reto: ¿seré capaz –me habré preguntado en cada ocasión– de meterme profundamente en la psicología de una mujer, sin caer en estereotipos o en el facilismo de que “todas las mujeres son así o asá”? Ya dirán quienes me lean si lo habré conseguido o no.
¿Qué lo motiva a escribir sobre un relato contemporáneo y no seguir en la novela histórica?
No me interesa casarme con temas o formas. Me espanta la idea de convertirme en un escritor de novelas históricas, feministas, negras, eróticas, o yo qué sé. Cuento lo que me va vibrando, lo que me emociona: aquello sobre lo que siento que tengo algo que decir. Puede que algún día vuelva a escribir una novela histórica, puede que no. Vaya uno a saber.
Las relaciones personales parecen estar a prueba en mundo que, como lo señalaba Zygmunt Bauman, se diluye en nuestros dedos, el amor se ha vuelto líquido. Para usted, ¿por qué el desasosiego que sufre Lorenza es cada vez más frecuente entre los jóvenes?
No creo que el desasosiego de Lorenza tenga que ver con esas identidades flexibles que Bauman relaciona con la contemporaneidad, sino más bien con preguntas que el ser humano siempre ha tenido desde el comienzo de los tiempos: “Me quiero mover, ¿pero para dónde? ¿y qué tal que la otra vida sea peor que esta?; dejo todo ¿y qué hago?”. Lo que sí me parece cierto es que vivimos días en los que esos cuestionamientos están menos reprimidos. No sólo esos pensamientos, sino también los actos que estos terminan provocando: estamos siendo conscientes de que tenemos el derecho de mandar todo a la mierda. Y a veces lo estamos mandando.
Usted es periodista y editor. Muchos periodistas se han movido entre la literatura y el periodismo. ¿Cuál cree usted que es la raya divisoria que marca una diferencia real?
En el periodismo se debe ser fiel a la realidad y a los datos; se está obligado a ser preciso con “la verdad”. En cambio, el deber del escritor de literatura –suponiendo que homologamos literatura con ficción– no es ser fiel a la realidad, sino hacer creíble –hacer pasar por realidad– aquello que está contando.
Lorenza, el personaje principal de su novela, ¿tiene algo de su personalidad?
¿Será? Creo, más bien, que tiene mucho de lo que me gustaría ser.
Una canción que odie de su juventud y una que lo haga llorar…
Que odie: todas las de Maná. Que me haga llorar: El triste, de José José, o Como yo te amo, de Raphael.
Dicen que los 40 son los nuevos 20 para un escritor. ¿Usted qué opina?
Tengo 38, así que apenas estaría cumpliendo la mayoría de edad. Qué alivio.
Usted fue editor de la revista “Credencial”. ¿Cómo es la relación con sus editores?
¡Peleo a muerte por cada coma que me quieran poner o quitar! Eso sí, cuando veo que el editor sabe lo que hace, está enamorado del manuscrito y tiene un fundamento para hacer cambios y correcciones, me relajo… aunque no mucho.
¿Por qué escogió el barrio El Virrey como escenario?
Hace un tiempo caminaba mucho por ahí, así que conozco sus calles. Me parecía, además, el lugar perfecto para una familia joven a la que, económicamente, le está yendo bien. Además, El Virrey está a apenas unas cuadras de donde cayó Luis Andrés Colmenares la noche del 31 de octubre de 2010, un tema que obsesiona a Lorenza durante toda la novela.
Un tema sobre el cual no escribiría ni porque le pagaran.
¡Tantos! Podología, por ejemplo.
Fuente: http://www.elespectador.com/entretenimiento/unchatcon/el-periodismo-debe-ser-fiel-realidad-andres-arias-articulo-631588
