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Han querido que me quede callado: Cristian Herrera, periodista de Cúcuta

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Amenazas de muerte y exilio son algunas de las situaciones que han tenido que afrontar periodistas colombianos cuando se atreven a denunciar los horrores del conflicto y la corrupción. Es el caso de Cristian Herrera, un cucuteño que en diferentes etapas de su labor periodística, ha sido señalado y estigmatizado por grupos armados ilegales y por entes de poder en Norte de Santander, su historia se tornó tan complicada que hasta tuvo que vivir el exilio. Hoy sigue afrontando amenazas y pese a su situación asegura que continuará informando.

Por Karina Judex Balaguera

La muerte, la extinción de la vida, el final, el paso terminal que consiste en la conclusión del proceso homeostático de un ser vivo.  Esa, a la que algunos le temen y otros respetan, compañera fiel e incansable de Cristian Herrera Nariño en su labor periodística, fue forzada por terceros desde 2004 a intimidarlo, perseguirlo.

Herrera Nariño, periodista Judicial de Q’hubo y La Opinión en Cúcuta, recordando lo sucedido en esa época, donde el paramilitarismo estaba en furor, la guerrilla luchaba por mantener el poder en la región del Catatumbo y la zona de frontera nortesantandereana con Venezuela, se convertía en el epicentro de la corrupción y el conflicto, decide contar su caso.

Se sienta en la sala de entrevistas del diario, suelta la cámara, se afloja el chaleco y limpia sus lentes. Su cara se torna seria, pero no refleja miedo, más bien está tranquilo. Sonríe y dice: “Delincuencia azota a Cúcuta, ese fue el titular de la nota publicada el 26 de febrero de 2004, con la que empezaron a amenazarme”.

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Foto: cortesia Cristian Herrera / La Opinión

Desde ese día las llamadas amenazantes, las obstrucciones a su trabajo y hasta un montaje jurídico atormentaron su libertad de expresión. En el artículo, Cristian revelaba un aumento considerable en el robo de vehículos en la ciudad, cifra que había sido manipulada por las autoridades para mitigar la importancia del hecho.

“La Policía empezó a manejar sus famosas estadísticas, pero eran unas estadísticas arregladas, pues entonces yo descubrí una falsedad en información que ellos tenían… Decían que eran como 2 carros y 17 motos, pero yo me conseguí una fuente y las estadísticas reales daban 247 o 267 vehículos robados en prácticamente esos 2 meses del año, eso despertó muchas espinas, con la Policía y con el mismo alcalde”, contó.

El mismo día de la publicación,  como respuesta a la noticia, el alcalde de Cúcuta, Ramiro Suárez, citó a una rueda de prensa y refiriéndose al trabajo de Herrera manifestó: «acá hay periodistas que están interesados en volver mierda a la ciudad (….) periodistas que le hacen el juego al terrorismo».

Para la época, estaba casado y mantenía relación constante con sus padres. En los siguientes meses, Herrera empezó a recibir llamadas en donde le decían: “Sapo HP, lo mejor es que se quede callado”. Las amenazas se fueron intensificando hasta que un día empezaron a rodearlo personas extrañas donde vivía, lo que lo forzó a buscar nuevos lugares para pasar la noche.

La realidad, era una sola, Cristian se vio amenazado por el líder local de ese entonces, Ramiro Suárez Corzo, y las autoridades judiciales que en muchas ocasiones le impidieron acercarse al lugar de los hechos para registrar la noticia.

“A mí el mismo alcalde cuando me amenazó me dijo: -Usted ya sabe quién soy yo, y yo respondí, pues usted es el alcalde y yo soy el periodista mire a ver cómo va a hacer”, recordó Cristian.

Esta amenaza de Cristián se sumó a casos similares que vivían otros periodistas de la región.

Un informe publicado por la Flip en 2004, se mostraba la constante represión e intimidación a la que habían sido sometidos varios periodistas de esta zona fronteriza, como el caso de Jorge Corredor que sufrió un atentado el 22 de abril, allí murió su hijastra porque un sicario entró a su casa disparando para matarlo. El 7 de mayo del mismo año, Jesús Montes, otro  reportero, tuvo que salir de la ciudad luego de enterarse que ese mismo día lo iban a matar, y el 8 de junio tres periodistas de RCN Radio fueron víctimas de amenazas por medio de un panfleto que llegó a la sede de la emisora.

A 10 de junio de 2004, Herrera ya había vivido un viacrucis, tenía una denuncia por pánico económico y fue señalado por una falsa testigo como cómplice de los paramilitares, pero ese día, un hecho marcó su vida periodística. Fue agredido junto al reportero gráfico que lo acompañaba, mientras tomaban fotos de un presunto narcotraficante, en el transcurso de una operación policial en Cúcuta. “HP si llega a sacar alguna foto los pelamos», les gritó un agente de la Dijín.

Hubo forcejeo y discordia, luego el silencio invadió no solo su cabeza, sino su trayecto de regreso al trabajo. En muchas ocasiones le habían recomendado salir del país, pero su terquedad y bravura, dominaban el miedo que puede llegar a sentir una víctima. “Él no quería dar razones, ya recorría los diferentes escenarios judiciales en compañía de dos escoltas, no lo consideró necesario”, dijo uno de sus conocidos.

De repente fue alertado por una fuente paramilitar que le dijo que se fuera “porque ese man podría contratar a alguien por 500 mil pesos para que me matara, le echaban la culpa a ellos y yo quedaba muerto”, recordó.

Esas palabras retumbaron en su cabeza, por eso Cristian no dudó en buscar apoyo.

El Centro de Solidaridad de la Federación Internacional de Periodistas (Ceso Fip), Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), Instituto de Prensa y Sociedad (Ipys), Unidad de Respuesta Rápida Colombia Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y la Organización para los Estados Americanos (OEA), ya estaban al tanto de lo sucedido.

“Me sentí reparado y protegido por las organizaciones de periodistas, siempre estuvieron conmigo, me apoyaron y gracias a lo que ellos hacían se aumentaban mis ganas de seguir trabajando y salir adelante, estaba protegido”, enfatizó Herrera.

De ahí en adelante, un tenso ambiente inundó el periodismo de la región, muchos recurrieron a la autocensura y los avezados reporteros cubrieron con tacto la noticia porque sabían que un desliz los podía llevar a la tumba.

Hoy, Rafael Camperos, un reportero que ejerce su labor en Cúcuta, confirmó que hacer periodismo en esta ciudad es complicado, y más si se tocan algunos entes de poder. “Yo no nací el día de los temblores, gracias a Dios, pero la situación aquí es delicada porque no hay transferencia y poca o nula labor de los entes de control”, resaltó el periodista.

Temporalmente abandoné mi pasión

En ese momento, Cristian fue uno de los tantos periodistas que abandonan el país. Su nuevo destino fue Chile. Se radicó en la ciudad de Santiago (capital del país chileno) y permaneció ocho meses lejos de su patria y de su ciudad natal.

Allí, estudió inglés, luego viajó como turista, pero regresó en 2005 porque se dio cuenta que su pasión por el periodismo era más fuerte.

“El hijo de Herrerita”, como muchos lo conocieron al inicio de su carrera periodística, pues su padre fue el primer reportero gráfico del diario La Opinión y quien le sembró esa pasión por el periodismo, regresaba a Colombia para continuar informando.

Seis meses, desde que retornó al país, duró alejado del mundo informativo. En ese lapso de tiempo, trabajó como gerente en un hotel y realizó varios cursos y diplomados en La Javeriana, pero en su sangre la noticia lo llamaba.

“A mí me hacía falta el periodismo, así que yo le dije a mi esposa vámonos para Cúcuta allá yo busco algo en La Opinión, llegué en agosto y en noviembre volví a oler el impreso”, relató.

La Opinión es el diario regional más importante de Norte de Santander, que trata todos los temas de interés general y ha estado informando a la frontera por más de 50 años. Cristian Herrera, lleva 10 años, en su mayoría dedicados al periodismo judicial.

En su piel blanca, cada peca resalta las varias jornadas de sol que debió soportar para cubrir una noticia. Con su cuerpo robusto y alto, se ideaba una y otra estrategia para encontrar la información y conocer a fondo los acontecimientos de cada suceso.

Una nueva amenaza

A Cristian, de 38 años, el 2014 lo tomó por sorpresa, con dos caras, como las de la moneda. El nacimiento de su segundo hijo, que le permitió completar su familia y traerle alegrías al seno de su hogar, alegría que empezó a difuminarse tras un panfleto amenazante que dejaron miembros del grupo delincuencial ‘Los Rastrojos’.

Panfleto de la última amenaza que recibió Cristián Herrera, y que fue lanzado por debajo de la puerta del periódico Q’Hubo Cúcuta
Panfleto de la última amenaza que recibió Cristián Herrera, y que fue lanzado por debajo de la puerta del periódico Q’Hubo Cúcuta

El comunicado de una sola página, fue arrojado por debajo de la puerta del periódico Q’hubo en Cúcuta, donde le advertían si en 24 horas no abandonaba la cuidad, sería declarado objetivo militar. “La tensión se sintió en toda la oficina, todos sabían del panfleto, pero nadie se atrevía a mencionar lo sucedido en voz alta”, recuerda Gabriel Moncada, un armador del diario Q’Hubo.

“Por lo único que temo es por mis hijos y por mi esposa, ellos son inocentes y no están metidos acá. Yo soy el que estoy poniendo el pecho”, enfatizó.

Este periodista aseguró que todo comenzó por una información publicada que revelaba que en una operación policial habían sido capturados 15 miembros de ‘Los Rastrojos’ entre el corregimiento de Aguaclara y el municipio de Puerto Santander.

Para él con tantos años en el oficio periodístico, fue decepcionante que al realizar las denuncias en la Policía Metropolitana de Cúcuta, las autoridades sólo le hubieran hecho acompañamiento en su registro ante la Fiscalía, y agradece a la Flip por su gestión y su apoyo en el refuerzo de su esquema de seguridad.

“Ellos me preguntaron ¿Se va a ir a otra ciudad?, pero uno dice ¿Por qué me tengo que ir?, yo no estoy delinquiendo o haciendo algo malo, yo estoy cumpliendo con mi misión”.

Y aunque sabe que no hay enemigo pequeño, dice no tener miedo, porque está haciendo su trabajo con el corazón y con la verdad.

Un periodismo afectado

A pesar de llevar varias amenazas de muerte sobre sus hombros, el periodista cucuteño, Cristian Herrera Nariño asegura que seguirá trabajando en su profesión y espera continuar  descubriendo verdades así se hieran susceptibilidades, obviamente tomando medidas para proteger su vida y la de sus seres queridos.

Siente que las amenazas contra él, su salida del país y los diversos señalamientos, de alguna u otra manera han afectado la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a estar informados.

“Yo nunca solicité reparación ni nada, porque creo que esa reparación es más para la gente que ha vivido en carne propia, carne de cañón y ha estado en poblaciones del conflicto. Me duele mucho ver a la gente que no tiene nada que ver con la violencia convertirse en víctimas y sufrir por ello, y también me puede cuando uno tiene que tomar decisiones como dejar de tocar un que otro tema”, aseguró Herrera.

Sobre su historia, hoy considera que es de suma importancia establecer garantías de protección para la familia, ajena al conflicto; y el acceso al trabajo, en caso de que se vea obligado a salir de su entorno nuevamente.  También espera tener la oportunidad de reseñar lo sucedido en un libro, pues considera importante escribir su historia, sus vivencias y lecciones aprendidas al trabajar y cubrir en zonas golpeadas por el conflicto armado.

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